Otro de los platos que no podían faltar, sobre todo en las bodas de cierta altura, era el lenguado meunier, o lenguado "a la molinera" como rezaba en las minutas de ciertos sitios que pretendían distinguirse por su españolidad.
Bien sencilla es la receta, solamente cuatro ingredientes y fácil elaboración.
He sustituido el lenguado por unos filetes limpios de halibut congelado. Hace un tiempo compré en la pescadería unos lenguaditos para mis nietas y, al llegar a casa, al sacarlas de su envoltorio, aparecieron los famosos gusanos parásitos de muchos pescados, que, si bien, no son tóxicos ni nocivos para la salud, son bastante desagradables. Tiré los lenguaditos a la basura. Ni para los gatos.
Ya sé que se pueden congelar; pero prefiero ahorrarme el paso y comprar el pescado congelado. Al menos tengo la confianza en que ha sido congelado recién pescado en alta mar.
Para elaborar este clásico vamos a necesitar:
Lenguados. O gallos, o platijas, fletán, halibut...... congelados.
Harina para rebozar.
Mantequilla.
Zumo de limón y un pellizco de sal.
Descongelar los filetes y secarlos concienzudamente con papel absorbente salarlos y pasarlos por harina. Sacudirlos ligeramente para quitar el exceso.
En una sartén poner una nuez de mantequilla e ir dorando los filetes en ella uno a uno reponiendo la mantequilla cada vez que sea preciso. (Debo confesar que yo los he frito en un buen aceite de oliva).
Sacar el pescado y quitar el exceso de grasa depositándolos sobre un papel absorbente.
Añadir el zumo de un limón a la mantequilla que quede en la sartén (o añadiéndole un poco más si fuese necesario) y batir con las varillas hasta conseguir una salsa uniforme que verteremos por encima del pescado.
Servir inmediatamente adornados con un gajo de limón. Se acompañaba de patatitas hervidas regadas con la misma salsa y un poco de perejil picado.