Por muchas razones, la Península Ibérica siempre ha sido objeto de invasiones por parte de otros pueblos. Primero fueron los fenicios, le siguieron griegos, los cartagineses, los romanos y, por último, los árabes. Todos ellos entraron navegando por el Mare Nostrum, un charco de mareas más que discretas, aguas tranquilas, costas bajas llenas de playas...
Los vándalos, suevos y alanos no cuentan porque entraron a pie cruzando los Pirineos.
Pero ¿qué pasa con el Atlántico? Un Océano con mareas espectaculares, oleaje de metros de altura y costas llenitas de acantilados. Un peligro, vamos.
Pues osaron los viquingos desafiar todas estas dificultades y no pudieron con ellas, no. Optaron, pues, intentarlo por las buenas y probaron con el comercio: Nosotros nos llevamos la sal y os traemos bacalao. Y así fue como los lusos hicieron de este pescado su plato nacional.
Dicen que hay quinientas maneras diferentes de guisar el bacalao en Portugal y que una mujer portuguesa no está en situación de crear una familia, hasta que no domine, al menos, cien de esas formas.
Tal llegó a ser la amistad entre lusos y viquingos que dos mujeres portuguesas llegaron a ceñir en sus sienes la corona real danesa (Dª. Berenguela y Dª. Leonor).
Con el tiempo llegarían a tener su propia flota bacaladera faenando en las costas inglesas.
Ya en el S. XV descubrirían a terra nova dos bacalhaus, lo que hoy denominamos Terranova y Joaõ Fernandes Lavrador descubriría la península a la que dió nombre, la península del Labrador.
La flota se fue a pique, literalmente, cuando el rey Felipe I de Portugal, Felipe II de España, la agregó a su Armada Invencible en 1580. Ya sabemos cómo acabó la aventura y cuál fue el fin de la pesca del bacalao.Portugal pasó a importar el principal ingrediente de su plato nacional.
La costumbre de consumir bacalao seco pasa a España a través de La Raya (aquí no hay fronteras) siendo imprescindible en las comidas de Cuaresma y plato fundamental en las mesas de los conventos, como se refleja en los recetarios de Yuste, de Guadalupe y de Alcántara.
En los recetarios de Guadalupe y de Yuste aparece el llamado "bacalao monacal" con recetas muy parecidas.
Ingredientes para el bacalao monacal:
Una bacalá.
1 Kg de patatas.
1 vaso de leche.
mantequilla.
aceite.
Se pelan las patatas y se trocean en pedazos grandecitos. Se desala el bacalao en agua helada durante 24 horas cambiándole el agua una vez.
En una olla se pone a cocer el bacalao junto con las patatas aproximadamente 20 minutos.
Cuando haya templado, se pasan las patatas a una fuente apta para horno y se aplastan con un tenedor, deben quedar deshechas, no hechas puré. A continuación se desmenuza el bacalao encima quitándole la piel y todas las espinas, se le echa un chorro de aceite y se mezcla todo cuidadosamente.
Se le riega con la leche, se deja reposar unos minutos y se le ponen unos piringolillos de mantequilla por encima.
Se pone al grill durante diez minutos o hasta que esté al gusto de tostado.
Se come inmediatamente.