sábado, 18 de mayo de 2019

ACEITUNAS SECAS AL SOL.

Hace tres años al cumplirse el IV centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, me encargó la Sección de Historia y Arqueología del Ateneo de Cáceres, una charla sobre la alimentación en dicho libro.
Otros miembros de la Sección se ocuparon de diversos aspectos como el vestido, la mujer, la medicina, etc.
Tuve que releer el libro prestando atención a los alimentos que en él aparecen. En total son 88 los alimentos citados. Curiosamente, no aparece ninguno de los traídos del Nuevo Mundo.
En dos ocasiones se citan las aceitunas secas que Sancho saca de su zurrón:
"No faltaron aceitunas, aunque secas y sin adobo alguno, pero sabrosas y entretenidas." (Cap. LIV 2ª parte).
Despertó mi curiosidad el hecho de que se consumieran aceitunas secas y, sobre todo, sin adobo alguno. Me parecía increíble.
Busqué información al respecto; pero parece que tal forma de consumir aceitunas ha desaparecido definitivamente, excepto una cita perdida en la que se describía la conservación de vegetales secados al sol y se nombraban, casi de soslayo,  las aceitunas.

Probé hacerlas aquel mismo año y resultó una experiencia divertida. Dejé secar la fruta en el árbol como se hace, por ejemplo, con las ciruelas en vez de secarlas al sol.
En contra de lo que se podría suponer, no amargan en absoluto debido a la pérdida total del alpechín, recordando su textura muy semejante al de otras frutas "pasas" aunque nada dulces.
Para conservarlas, puse la mitad en salmuera y la otra mitad en aceite y aliñadas con ajo, cominos y pimentón. Las conservadas en salmuera duraron alrededor de tres meses, las de aceite hasta que se terminaron.
Este año he repetido la experiencia y creo que voy a seguir con ella.