Los pitagóricos eran vegetarianos. No comían carne, les estaba prohibida; a este régimen de alimentación se le conoce como dieta pitagórica. Solo podían consumir vegetales: Verduras y legumbres. Excepto... las habas.
Para los adeptos de la escuela de los seguidores de Pitágoras, las habas eran sagradas y no podían ser comidas.
Eran "habas contadas".
Ellos creían que todas las cosas eran, esencialmente, números y jugaban con habas para componer estructuras numéricas. Los números triangulares, los cuadrados, el sagrado "tetrakis", el pentagrama...
Los romanos, en cambio, no les tenían respeto ninguno y ponían una semilla seca en ciertos dulces para burlarse del que la encontraba. Costumbre que perdura en el actual Roscón de Reyes: el que tiene la desgracia de morderla, tiene que pagar el dulce entero: "El tonto del haba" que se le dice....
En mi huerto ecológico siembro un puñado de habas cada año porque, como todo antiguo aspirante a perito agrícola conoce, las leguminosas tienen en sus raices unos nódulos que fijan a la tierra el nitrógeno atmosférico, y eso es bueno.
Tiene, además la ventaja de que, al no ser yo pitagórico, puedo consumir sus frutos y semillas sin ningún remordimiento.
Recojo (y consumo) las habas en cuatro etapas:
1.- En cuanto se manifiestan. Cuando tiene entre 6 y 8 cm. y apenas se aprecian los engrosamientos de las semillas. Con ellas hago los "peces de huerta" de mi abuela.
2.- Cuando las semillas se aprecian a través de la vaina. Tienen que estar muy tiernas, se deben romper a la mínima torsión. Las uso para el extremeñísimo "mojo" de habas, para el arroz o para el "frite de habas" de mi suegra.
3.- Las semillas ya están cuajadas y la vaina se ha vuelto coriácea y dura. Entonces las pelo, recojo las semillas -tiernísimas- con las que preparo la ensalada que hoy nos ocupa.
Y.
4.- Las semillas, todavía verdes, han crecido hasta su máximo tamaño. También las pelo y con esas semillas, a veces repeladas, hago los platos conocidos: A la catalana, con jamón, con chorizo, en guisos calientes o, incluso, para comer crudas, como aperitivo. Son las habituales para el común de los mortales, ya que son estas, y no otras, las habas que llegan a los mercados.
El resto se secarán y servirán para simiente del año siguiente, para hacer los famosos michirones murcianos (excepcionalmente) o para alimento del ganado. A Bruno, el pony, le encantan.
Estamos por estos días con las habas en su tercer estadío de crecimiento y toca comer las semillas tiernas, las habitas, las habas baby y otros apelativos suaves con los que se las designa. Habas pequeñitas, como la uña del meñique.
Si os decidís, no tengáis reparos en comprar las congeladas (de hecho, yo congelo los excedentes) o las que vienen en tarros de vidrio, de excelente calidad, y que no precisan cocción previa.
Para la ensalada de habitas tiernas vamos a necesitar:
400 gr. de habitas ya peladas (un tarro o una bolsa, si son congeladas).
1 tomate pelado y despepitado.
1 trozo de pimiento verde.
1 trozo de pimiento rojo.
1 trozo de pepino sin semillas y casi sin piel.
Una cañita de hierbabuena (presta).
Unos tacos de jamón serrano. (Sed generosos; pero no pródigos. O al revés, no sé).
Una pizca de sal y un chorretón de aceite de sabor suave (0,4º). Nada de vinagre aquí.
Y la hacemos así:
Si las habitas son en conserva, colarlas y enjuagarlas con agua fría.
Si son frescas o congeladas, blanquear durante treinta segundos en agua hirviendo con un poco de sal. Colar y refrescar en agua con hielo inmediatamente. Reservar.
Cortar el jamón en tacos.
Pelar y despepitar el tomate y cortar en brunoise, así como los pimientos y el pepino.
Picar a cuchillo la hierbabuena.
En un bol, mezclar estos ingredientes, aderezar con una pizca de sal y con el aceite. Dejar reposar un ratito y añadir las habas.
Mezclar y servir.
NUNCA ES TARDE......
Hace 7 años