Ya no vive la pequeña en Potugal, se acabó el contrato. Este año no hemos ido al festival gastronómico de Santarem. No obstante no se me ha olvidado el camino y en el momento en que mis provisiones se van terminando ya estoy pensando en alguna excusa para un viajecito.
Esta vez hemos ido a Castelo de Vide. Poco más de una hora, un sitio muy bonito, lleno de Histora, una comida magnífica y un tiempo excelente.
En Portugal, los relojes andan una hora por detrás de nosotros, por lo que no es necesario madrugar y se pueden tomar las cosas con calma.
Salimos de casa a las once y a las once y diez aparcábamos en la plaza de Castelo de Vide, justo enfrente de la oficina de turismo, a la que no tuvimos que entrar porque ya sabíamos qué queríamos visitar esta vez. Subimos hasta el barrio medieval y anduvimos vagando por aquellas calles, nos acercamos hasta el castillo aunque no llegamos a entrar, dejamos esa visita para otra ocasión. Después bajamos por la judería, que es una maravilla y tampoco en esta ocasión pudimos visitar la sinagoga, estaba cerrada. Seguimos hasta el centro buscando un sitio para comer, cosa fácil de encontrar: Los portugueses comen muy temprano y nos dejan el sitio libre. A pesar de que se quejan por nuestro horario (Ah!, espanhois, espanhois!), nos dan de comer sin ningún problema. Acepipes (pan, mantequilla, aceitunas, torresmos, que no torreznos, queso...) Bacalao dourado (O à Braz, que de las dos formas se llama), cerdo a la alentejana (con almejas, riquísimo, algún día publicaré la receta) y calamares (lulas) por si a alguien no le gustase el bacalao y de postre bolo de rei para los que puedan comer dulce si es que le cabe algo más en el estómago.
Cuando vayáis a Portugal, mucho cuidado con lo que pedís, las raciones son enormes. Pedid un solo plato por comensal que siempre acompañan de arroz, patatas fritas y ensalada, luego, si es el caso, compartís. Ya en alguna ocasión he contado que con el arroz de marisco para dos, comen cuatro, y sobra aunque uno de los comensales sea el cuñáo de
Tita.
Uma bica de café y no echaréis de menos la siesta.
A la hora de pagar pensaréis que se han equivocado en la cuenta y os cobran de menos.
Por la tarde, unos pocos kilómetros más para vistar el que dicen el menhir más alto de la península, el menhir de Meadas (No es chiste, se llama así).
A la vuelta entramos a ver la ciudad romana de Ammaia, cerca de Portagem. Se está empezando a escavar ahora y ya se vislumbra la importancia que va a tener en el futuro.
Por último, la imprescindible vistia al Pingo Doce, que es como el Mercadona en versión lusa; pero a la española. Excepto las cajeras, todos paisanos.
Y es que merece la pena el desplazamiento. Por dos razones:
- Hay muchas cosas que no encuentras a este lado de la raya (He dicho raya, aquí nunca ha habido fronteras).
- Son mucho más baratas.
Mi compra es, poco más o menos:
- Frutas y verduras: Pochas, chayotes, col corazón de buey, caldo verde.
- Pescados y mariscos (congelados): Cabrachos (4€/K), pulpo, langostinos (45/50 piezas, 7€K), corvina.
- Lácteos: mantequilla (estupenda. 0´80 € la pastilla de 300 gr.)
- Especias: pasta de ajos, de pimientos, de albahaca, de tomate seco (0´70 € el bote), canela en rama, piri-piri, guindillas (malaguetas), gengibre fresco.
- Conservas: Pulpas de frutas tropicales, frutas, brotes (judías, lentejas, soja), castañas, tomate (troceado, pelado, triturado, concentrado. p. ej. 1 l. de tomate concentrado, 0´70 €)
- Postres, dulces, tartas y pasteles.
- Vinos y licores: Oporto, vinho verde, licor de almendras amargas, de poleos, aguardiente bagazeira. Allí todavía se encuentra el anís escarchado.
Hasta las vísperas de Navidad cuando será imprescindible otra visita.