Como este: "Bendito mes, que empieza por todos los santos y termina por san Andrés". O este otro: "El ajo de enero llena el mortero y el de san Andrés, mortero y almirez".
Así que acabamos el penúltimo mes del año sembrando ajos para bien andar.
Es el santo del día -que bendice un mes entero- el que, según el Evangelio de Juan, fuera el primer apóstol reclutado por Cristo, cuyo nombre, curiosamente, no es hebreo, sino griego "andrós", el hombre.
Murió, según la tradición martirizado en una cruz en forma de "X" o aspa conocida como "cruz de san Andrés.
Ha sido, ya digo, el día de sembrar los ajos en mi pueblo y el último del mes. Por eso he preparado para comer el que decía mi madre era el plato más barato del mundo: El hervido.
Mi madre había terminado la carrera de magisterio muy joven y tuvo que aguardar a tener cumplidos los veinte para ingresar el el cuerpo de Maestros Nacionales. Fue cursillista del 36, las oposiciones que no llegaron a celebrarse por el inicio de la Guerra Civil.
Terminada la contienda, pudo acceder al cuerpo y destinada a Alcolecha (Alcoleja en Valenciano y que ella nos ponía como regla nemotécnica "alcohol y leche"), pueblecito alicantino de unos 800 habitantes cuya principal actividad era la agricultura.
Esperábamos como agua de mayo que mi madre hiciese "el hervido", plato humilde, donde los haya y rico a la vez.
Contaba mi madre que la patrona de la pensión donde vivía, ponía el puchero con las cebollas al amor del rescoldo durante toda la noche. Por la mañana se añadían las patatas que se dejaban hacer también a fuego muy lento.
Hoy he hecho trampa y he tirado por la vía rápida (pajoleras prisas) y es la receta que pongo.

Una cebolla mas bien pequeñita por persona.
Dos patatas de unos 200 gr. por persona.
Agua y sal.
Un chorro del mejor aceite de oliva.
Quitar las capas exteriores de las cebollas.
Pelar y lavar las patatas.
En la olla rápida poner a hervir las cebollas en una cantidad suficiente de agua. (No voy a decir que para cubrir las cebollas porque las cebollas flotan).
Cerrar la olla y ponerla al fuego hasta que alcance la presión máxima. En ese momento, apagar el fuego y dejar reposar hasta que se haya ido toda la presión. Abrir la olla y añadir las patatas y cantidad suficiente de sal, volver a cerrar y repetir la operación anterior.
Es posible que las patatas estén aún un poco duras, sería peor que se deshicieran. En ese caso, dejar hervir un ratito más hasta que estén en su punto.
Servir en el plato, romper las patatas con el tenedor y deshacer la cebolla hasta convertirla en puré. Regar con un generoso chorro de aceite de oliva y os aseguro que vais a disfrutar.
No caigáis en la tentación de sustituir el agua por un caldo o añadirle una pastilla, de verdad, la estropearíais.
¿Barato?. Cincuenta céntimos por ración. Echad cuentas....